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Cuando el alma dice: es hora

Del silencio al propósito: la historia de Tania Karam

Si hay algo que aprendí, es que cuando ignoras tus talentos, la vida encuentra formas de ponerte un alto... y a veces lo hace de maneras que jamás imaginaste.

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Darte permiso de recibir sin culpa es activar tu abundancia,

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Desde niña, Tania Karam supo que veía el mundo de forma distinta. 

Desde que tiene memoria, Tania Karam ha tenido una sensibilidad especial. De niña, podía percibir y canalizar mensajes del mundo espiritual. Sin embargo, lo que para ella era natural, para los demás resultaba extraño.

Creció en un entorno donde la sensibilidad no siempre era vista como una virtud, y menos aún en una mujer.

En el recreo, mientras los demás jugaban, Tania a veces se acercaba a un compañero y le decía con alegría: "¡Hoy vino tu abuelito a verte!". La respuesta la dejaba helada: "Mi abuelito falleció hace años". No había manera de explicar lo que veía sin sentirse fuera de lugar.

Así aprendió a callar. A enterrar sus talentos. A creer que lo mejor era no mostrar esa parte de sí misma.

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Pasaron los años y Tania construyó una vida “normalˮ. Una carrera corporativa, viajes de trabajo, reuniones… todo bajo control. 

Hasta que, a los 29 años, la vida
decidió ponerla contra la pared.

Un día, a punto de tomar un vuelo por trabajo, comenzó a perder la vista. Los letreros del aeropuerto se volvían borrosos, las letras desaparecían. 

Horas después estaba en un hospital en Houston. La vista regresaba y se iba, y junto con ella, la movilidad de su cuerpo.

Lo que siguió fueron siete meses de incertidumbre: desmayos conscientes, incapacidad para sostener la cabeza, médicos sin diagnóstico.

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Hasta que llegó el día en que tocó fondo. 

Y en ese punto, recurrió a lo único que le quedaba: su fe. "Dios mío, si ciega y paralítica es como más sirvo a tu plan, así lo aceptaré. Pero
si hay otra forma… muéstramela."

Un día, a punto de tomar un vuelo por trabajo, comenzó a perder la vista. Los letreros del aeropuerto se volvían borrosos, las letras desaparecían. 

Decidió detenerlo todo. Pasó siete días enteros meditando, en silencio, sin comer, sin más distracciones que su respiración y la esperanza de una señal.

Al final, la señal llegó: un nombre que no conocía, pero que resultó ser una terapeuta de ángeles en Estados Unidos.

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Tania se inscribió en la Certificación sin saber cómo pagaría el viaje ni dónde se hospedaría.

Un día después, recibió un correo: otra participante tenía el mismo
problema y le proponía compartir habitación.

Como si fuera poco, esa misma mujer organizaba una salida a bucear con delfines. Para Tania, buza certificada, esa era la confirmación de su sanación: había prometido que, cuando pudiera volver al mar, sabría que estaba curada.

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En la certificación, un ejercicio cambió su destino. 

Le presentaron a una mujer que  solo podía darle el nombre de un tercero. En minutos, Tania describió con precisión la situación de su hijo adolescente y el miedo que ella sentía por su futuro.

La mujer rompió en llanto. Tomándole la mano con fuerza le dijo: "Prométeme que te vas a dedicar a esto. El mundo perdería mucho si no lo haces."

En ese instante, Tania recordó todos los años que había escondido sus dones. Y prometió.

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Al volver a México, la vida
respondió a su compromiso. 

Sin publicidad, comenzaron a llamarla para sesiones privadas. A los tres meses, tenía lista de espera de seis meses; al año, de dos años. Y lo más sorprendente: jamás volvió a perder la vista ni la movilidad.

Guiada por su propósito, pasó de atender uno a uno en su sala a conducir meditaciones para hasta 20,000 personas

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Pero la historia no terminó ahí. Años después, una nueva crisis —financiera y personal— la llevó a escribir Una vida con ángeles. 

Su intención era simple: si ayudaba a una sola persona, valdría la pena.

El libro se convirtió en bestseller, multiplicando su alcance y confirmando que cada crisis había sido un puente hacia su misión.

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Hoy, Tania vive dedicada a inspirar, guiar y acompañar a otros para que
reconozcan sus dones, los abracen y los pongan al servicio del mundo.

Su mensaje es claro y directo:

"Darte permiso de recibir sin culpa es el primer paso para activar tu abundancia y cumplir tu misión de vida."

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